En el año 1985, un plomero bigotudo con gorra roja se convirtió, sin saberlo, en el salvador de toda una industria.
A cuarenta años de su lanzamiento original, Super Mario Bros no solo sigue siendo uno de los videojuegos más influyentes de todos los tiempos, sino también ha sido el punto de partida de una cultura global que trascendió generaciones, pantallas y controles. Hoy, Mario no es solo un personaje: es un símbolo. Un ícono tan reconocible como Mickey Mouse o Batman, incluso por quienes jamás agarraron un joystick en su vida.
Su llegada fue
casi milagrosa. A comienzos de los 80, la industria del videojuego estaba en
crisis. El mercado estadounidense había colapsado tras una saturación de
productos mediocres. El caso más emblemático fue E.T. para Atari,
lanzado en 1982: El juego en cuestión recibió un sin fin de duras críticas tanto de parte de los medios como de los jugadores, lo cual culminó en miles de cartuchos enterrados
en el desierto de Nuevo México. El gaming parecía muerto, una moda pasajera. Y
fue entonces cuando Nintendo, con su consola Famicom (la NES en Occidente),
apostó todo por un juego que nadie olvidaría, Super Mario Bros.
Con su diseño de niveles preciso, una música inolvidable compuesta por Koji Kondo, y mecánicas revolucionarias para la época, Mario devolvió la fe al público. La fórmula era simple pero perfecta: correr, saltar, esquivar, explorar. De pronto, los videojuegos no eran un pasatiempo banal: eran un nuevo lenguaje cultural.
A partir de ahí, Mario dejó de ser solo un personaje de plataformas para transformarse en una franquicia omnipresente. Juegos de carreras (Mario Kart), de deportes (Mario Tennis, Golf), RPGs, títulos educativos, películas, series, parques temáticos, remeras, publicidades. Incluso quienes no jugaron nunca saben quién es Mario. Lo conocen abuelas, niños, diseñadores, gente que jamás tocó una consola. Como todo ícono cultural, Mario se volvió parte del paisaje.
Hoy el sello Mario Bros es un verdadero imperio del entretenimiento. The Super Mario Bros Movie (2023), coproducida por Nintendo e Illumination, se convirtió en una
de las películas animadas más taquilleras de la historia. Existen parques
temáticos dedicados a su universo —Super Nintendo World en Japón y EE.UU.— que
permiten literalmente entrar a su mundo. Además, el personaje ha compartido
escenario con figuras de otras franquicias como Sonic o Pikachu en Super
Smash Bros. y ha aparecido en series, publicidades, campañas educativas y
cientos de productos licenciados. Mario dejó hace tiempo de ser solo un avatar:
es un embajador cultural.
Su vigencia se
sostiene no solo por la nostalgia, sino por la capacidad de reinventarse. Desde
los 8 bits hasta la era del 4K, Mario ha sabido adaptarse sin perder su
esencia. Super Mario 64, Galaxy, Odyssey y el reciente Wonder
no solo actualizan el formato, sino que redefinen lo que puede ser un juego de
plataformas. Cada nuevo título es, a su manera, un nuevo estándar para la
industria.
Hoy, cuarenta
años después, el gaming es una de las industrias más grandes del mundo. Genera
miles de millones de dólares, tiene su propio circuito profesional, festivales,
estudios y estrellas. Pero si buscamos un punto de partida claro, un momento
bisagra, hay que mirar hacia aquel plomero que, tras el fracaso de E.T.,
saltó a través de un caño y nos abrió la puerta a otro mundo.
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